La caída del consumo en Horeca y la falta de turistas que trajo la pandemia no pudo ser compensada, en el mercado de carne de pollo, por las compras en el hogar. Ello enfrentó al sector avícola a una de las mayores crisis de sobreoferta de su historia, con una drástica bajada de precios y los frigoríficos llenos de mercancía congelada de difícil salida. Según avanzó 2020, las empresas fueron reduciendo producción, al tiempo que se recuperaba tímidamente el canal Horeca. Ello ha llevado a afrontar 2021 con cierto optimismo, siempre que se recupere un poco la hostelería y con ello las ventas y unas tarifas más normalizadas. Sin embargo, el fuerte incremento del precio de las materias primas ha vuelto a encender todas las alarmas. En este escenario, las empresas del sector, con Vall Companys a la cabeza, quieren contraatacar incidiendo en las alianzas, los productos de valor añadido, la apertura de nuevos mercados y las inversiones en bienestar animal, sostenibilidad y digitalización, con los fondos ‘Next Generation’ en el horizonte.
En marzo de 2020, el sector avícola (carne de pollo) volvía a sonreír. Tras dos años de sobreoferta, la producción se equilibraba con el consumo y los precios de salida del matadero volvían a ser rentables. Pero la llegada de la pandemia lo trastocó todo. En las últimas semanas de marzo y las primeras de abril se aceleraron las compras en el hogar (incluso por encima del 25%), especialmente en retail, cubriendo la pérdida del canal Horeca, que tradicionalmente suponía en torno a un cuarto del mercado avícola. Sin embargo, a partir de mediados de abril, las ventas en retail se normalizaron, mientras que la restauración seguía cerrada y las exportaciones encontraban numerosas trabas, al tiempo que llegaban importaciones de otros países a precios muy inferiores al pollo nacional. Ante esta situación, el sector se vio forzado a congelar buena parte de la oferta y veía cómo los precios a la salida del matadero caían en picado, hasta llegar a los 1,26 €/kg, el mínimo de los últimos ocho años. Con el verano, la situación se fue normalizando, gracias a la tímida apertura del Horeca y a un nuevo reajuste de la producción avícola, llegando a principios de 2021 con un cierto optimismo.
Con este recorrido, la producción de pollo en vivo en 2020 se situó en 598,44 M de animales -según la interprofesional Avianza (nuevo nombre de Propollo)-, con un descenso del 5%. De estos pollos, 580,48 M fueron sacrificados (1,10 Mt/canal), lo que supuso una caída del 4,4%. Estas cifras son las más bajas desde 2013, en lo peor de la crisis económica. Igualmente, las exportaciones cayeron un 12%, hasta las 157.878 t, y las importaciones un 9%, hasta las 87.369 t. Si sumamos la producción y las importaciones y restamos las exportaciones, se deduce que hubo una oferta interna de 1,03 Mt, a repartir entre el consumo en el hogar, las ventas a otras industrias alimentarias (elaborados cárnicos y platos preparados, entre otras) y, tímidamente, el canal Horeca. Este volumen es el más bajo en los últimos años y, además, parte de esta oferta podría estar aún en los frigoríficos congeladores a la espera de ser comercializada.








