La de las cadenas de suministro es una tarea de adaptación y mejora constante. Lo demuestra por ejemplo la reciente crisis en el canal de Suez, que ha supuesto pérdidas de hasta 400 M$ por hora, según cálculos de Lloyd’s List. La industria prepara sus cadenas de suministro para todo tipo de imprevistos e inconvenientes, dedica esfuerzos y recursos a encontrar el planteamiento óptimo para obtener el mayor rendimiento posible. Sin embargo, nunca se había tenido que enfrentar a una situación como la sufrida al comienzo de la pandemia.

Datos del Instituto de Investigación Capgemini muestran que el 85% de las organizaciones de productos de consumo y el 88% de los retailers se enfrentaron a interrupciones, de las que el 63% y el 71% de ellos, respectivamente, tardaron más de tres meses en recuperarse.

Desde entonces, retailers y compañías de productos de consumo caminan hacia una nueva realidad y se plantean cómo enfocar ahora sus cadenas de suministro o, en otras palabras, revisitan su estrategia de supply-chain. Una transformación que ya era necesaria incluso antes de la pandemia, en gran medida debido al reto del e-commerce.

En el caso de la cadena de suministro, la incertidumbre no ha hecho más que acelerar esos cambios que ya estaban comenzando a implementarse y que se han vuelto ahora vitales. Por lo tanto, ¿cómo se transformarán las cadenas de suministro para estar al servicio de este nuevo consumidor y ser a la vez eficientes, flexibles y resilientes?

En primer lugar, retailers y compañías mejorarán su capacidad de adaptación a la demanda. Para ello, priorizarán su inversión en tecnología y adaptarán sus procesos. Un sistema óptimo de análisis y aprendizaje impulsado por datos e inteligencia artificial les permitirá obtener información actualizada sobre la fluctuación de la demanda y el conocimiento preciso del comportamiento y preferencias de los consumidores, para tomar decisiones más adecuadas y rentables.

También se hará una fuerte apuesta por mejorar la visibilidad sobre el estado de la cadena de suministro en toda su extensión y por incrementar la agilidad, invirtiendo en automatización, robótica, datos e inteligencia artificial. Sólo esta inversión digital permitirá a retailers y compañías lidiar con el desafío de las decisiones estratégicas y tácticas en tiempo real. Es especialmente relevante el caso de la robótica: algunas de las marcas líderes en gestión de stocks guardan con celo los secretos de sus almacenes inteligentes, conscientes del valor añadido que supone para su negocio. Los operarios y empleados del almacén convivirán, cada vez más, con la robótica, lo que les permitirá exprimir su potencial profesional y les proporcionará un entorno de trabajo mejor preparado.

En tercer lugar, viviremos sin duda un auge mayor de la localización. Muchas organizaciones están invirtiendo activamente en acercar los puntos de producción a los puntos de entrega. También están apostando por localizar sus bases de proveedores. Es de señalar el caso de las dark stores que, dotadas de operaciones independientes y situadas más cerca de las ubicaciones de entrega, se convertirán en una alternativa útil para cumplir con los pedidos en línea. Esto, en conjunto con la optimización de rutas para los repartos de última milla tiene el potencial de mejorar en gran medida el rendimiento y el balance coste/beneficio de este tramo de la cadena de suministro.

La transformación citada es, por lo tanto, de carácter inevitablemente tecnológico y digital, donde se producirá una convergencia entre la ingeniería y automatización industrial y la informática empresarial. Esto impulsará el camino hacia la Industria Inteligente, con el objetivo de unificar los procesos digitales y alcanzar capacidades de respuesta a la demanda nunca vistas hasta la fecha.