La actualización del CTE, con margen de mejora en la ruta hacia la descarbonización

El 24 de septiembre entró en vigor la actualización del Código Técnico de la Edificación (CTE) que, aun queriendo estar alineada con las recientes iniciativas europeas sobre ahorro energético, no ha estado a la altura de sus posibilidades.

Los edificios tienen un fuerte impacto en el cambio climático: son responsables del 40% del consumo energético de la UE y del 36% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según afirma la comisión europea. Por eso, la modificación del documento buscaba mejorar la eficiencia energética del parque residencial español y también, reducir el consumo de energía primaria no renovable -es decir, la que proviene del petróleo, el carbón y el gas-. Al mismo tiempo, dicha actualización tenía como objetivo ofrecer mayores garantías de salud, confort y seguridad a los ciudadanos.

Falta de ambición en materia de consumo de energía, demanda energética y propagación del fuego

En este sentido, desde el sector, esperábamos una actualización del documento más exigente y ambiciosa en según qué aspectos, ya que existe recorrido para ello y además la oportunidad y necesidad

Uno de los cambios que establece el nuevo CTE es limitar la energía que consumen los edificios. Aun así, esta limitación resulta algo desconcertante, ya que es más exigente con los nuevos edificios que con las edificaciones ya existentes, que son la mayoría y es dónde habría mayor margen de mejora. En este sentido, a los edificios que vayan a ser rehabilitados en profundidad se les permitirá aproximadamente un 40% más de consumo energético total que a los de obra nueva. Teniendo en cuenta que la mayor parte del parque edificatorio en España data de antes de 2006, es necesario poner el foco en el potencial de la rehabilitación si queremos alcanzar la descarbonización en 2050. Estamos muy por debajo de los objetivos que marca la directiva europea para la rehabilitación en profundidad, siendo en España de un 0,2% de los edificios ante el 1,5% establecido.

Otro aspecto clave que se ha modificado en el CTE es que dejamos de limitar la demanda energética y pasamos a controlarla (un término algo ambiguo). Con la anterior versión del DB-HE1 teníamos unos datos pactados sobre este concepto y estimábamos las necesidades del edificio. En este caso, con la modificación, tenemos una lista de requisitos a cumplir que varían según la zona, la geometría, las calidades, la orientación, la ventilación y la humedad. Es con esta check-list que sabemos si el edificio cumple o no cumple, y se reduce en parte la potestad del proyectista en algunos aspectos creativos.

Tras las primeras simulaciones realizadas por Rockwool estimando representatividad del aislamiento en demanda y consumos, hemos constatado que la contribución del aislamiento de lana de roca en los edificios es inagotable, y sigue siendo la solución más “coste-eficiente” frente a otras soluciones que solo interactúan en la demanda o fomentan la energía no contaminante, pues aporta valor en acústica y protección contra incendios, sin olvidar su capacidad de reciclaje una y otra vez.

No podemos olvidar los cambios en las medidas sobre la propagación del fuego por fachada. Si bien es cierto que cualquier mejora del lado de la seguridad pasiva debe ser bienvenida y aplaudida, sigue siendo ilógico que solo se tenga en cuenta la altura de los edificios para definir los mínimos. En cambio, factores como el uso del inmueble no son determinantes, provocando que no se tenga en cuenta si se trata de edificaciones de difícil evacuación o alta ocupación, como escuelas, residencias u hospitales. Sin ir más lejos, el mismo MITMA ha reconocido que “las fachadas en el DB-SI tienen un largo recorrido de cara al futuro”. Desde Rockwool continuaremos aportando nuestra experiencia para que los edificios, especialmente los que se rehabiliten, sean más seguros y resilientes para sus ocupantes.

Actualizaciones de normativas como el CTE son necesarias para allanar el camino hacia la sostenibilidad y una economía descarbonizada, y aunque somos conscientes de que siempre será un camino en construcción, cuanto antes se asienten los pilares fundamentales, más fácil será interiorizarlos y que el mercado se adapte. Y por ello, no quiero acabar sin lamentar que ni tan solo exista un guiño a la circularidad de los materiales, una tendencia global, o que el CTE en la parte de acústica siga sin cambios, o que no se regule sobre la calidad de aire interior, ya que el confinamiento ha puesto sobre la mesa que nuestros hogares no son tan confortables como creíamos. Los retos presentes y futuros de la edificación en materia de sostenibilidad siguen ahí.

Miguel Ángel Gallardo es Business Unit Director de Rockwool Peninsular

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