Cómo impactarán los fondos europeos en el sector de la reforma y la rehabilitación

En el anterior Congreso de Andimac, celebrado en noviembre de 2019, el lema elegido fue “Los retos de la nueva década: la distribución profesional ante las multinacionales”. Pocos meses después descubrimos que la década no era tan nueva como distópica, vertiginosa y, a tenor de la guerra de Ucrania, mucho más anclada en el siglo XX de lo que nos gustaría imaginar.

Hemos vivido dos años muy difíciles en el plano humano, con la pérdida de muchos seres queridos y las consecuencias psicológicas que los confinamientos y el miedo han causado en muchas personas.

Sé que hay que mirar hacia delante, pero también interpretar y aprender del pasado, en especial del reciente, para llegar a la conclusión de que nos hemos adentrado en un mundo nuevo.

En el plano profesional están siendo también años muy complicados de gestionar.

Afortunadamente hemos sido un sector que, tras la debacle de 2020, salió favorecido durante el 2021 por los abruptos cambios en las preferencias de consumo y la naturaleza del gasto de los hogares.

Ahora bien, nos enfrentamos a una situación de incertidumbre económica derivada de la imparable escalada de los precios. La inflación, entre otros factores, va a provocar una desaceleración de la actividad, o al menos de una parte de esta.

Sin embargo, tenemos dos aspectos que nos benefician y nos colocan en una cierta posición de ventaja que debemos consolidar para aprovecharla y tomar impulso.

La primera es que respecto a la crisis de 2008 a 2012 no estamos como sector en la misma situación de debilidad estructural. No existe una burbuja inmobiliaria, no existe el fenómeno ninja porque ya no hay una burbuja financiera que daba hipotecas sin rigor, y el nivel de apalancamiento del sector está más aquilatado y la reforma, que posee un gran peso en la actividad, en su caída no deja morosidad.

Además a corto plazo tenemos palancas que pueden ejercer efectos contracíclicos. Tenemos los fondos europeos, que en una parte importante se canalizan para mejorar y modernizar infraestructuras y, muy especialmente, el parque edificado a través de rehabilitación energética.

Este es el principal reto al que nos enfrentamos.

Los fondos europeos, a efectos prácticos, tienen dos fases. La fase en la que debemos movilizar la demanda, y la fase de ejecución. Esta diferencia es muy importante.

La fase primera, la de movilizar la demanda, finaliza en diciembre de 2023. Se trata de que seamos capaces de generar el mayor número de cierres de operaciones, tanto a nivel de unifamiliares como edificios y viviendas. La ejecución puede llevarse a cabo hasta finalizado 2025.

Esta es ya la segunda fase, la de ejecución de los trabajos. Por lo tanto, si entre todos los agentes de la construcción somos capaces de generar demanda hasta diciembre de 2023, tendremos una reserva de actividad asegurada hasta 2026. Y, en el mejor de los casos, nuestra administración dispondrá de tiempo también para arañar algo más de plazo si no hay capacidad suficiente para ejecutar a tiempo y en forma el volumen de actividad.

Hay potentes argumentos que nos dicen que habrá pocas ocasiones como esta tan inmejorables. Una oportunidad que, en la práctica, supone que las familias con recursos escasos tengan subvención del 100%. Que para una gran mayoría del resto de los hogares el coste 0 se de entre el año 1 y el 4 de la obra gracias a la intensidad de las subvenciones, la deducción fiscal asociada y el ahorro en la factura energética. Además su bien inmobiliario se revaloriza y su calidad de vida diaria mejora de forma sustancial.

Tenemos que jugar bien nuestras cartas para seguir siendo una de las prioridades en la cuota de bolsillo de los ciudadanos. Que los ciudadanos valoren más su vivienda y quieran mejorarla por encima de otros gastos como viajes, formación, movilidad, etc, harán que nuestro mercado crezca de forma notable en valor y rentabilidad.

Pero de la misma forma que los fondos europeos son una oportunidad, son igualmente una amenaza si no jugamos bien nuestras cartas, porque es un espacio al que otros operadores e incluso canales se van a lanzar de lleno. Requerimos en bastantes casos reorganizar nuestro modelo comercial de generación de valor y tracción de demanda. Y esto lo hemos impulsado desde Andimac con formaciones muy específicas, en colaboración con Anfapa y Afec, para los diferentes segmentos de actividad.

Y en medio de este clima de incertidumbre hay que añadir además el reto que la digitalización provoca en la actividad comercial en general. Los cambios que la digitalización genera en los sectores son disruptivos, como bien sabemos por lo que está sucediendo en otros sectores. Es muy importante que sepamos reformular nuestra posición de valor ante proveedores y ante clientes, porque el concepto tradicional de distribuidor empieza a ser insuficiente.

La mayor dificultad es saber ejercer el equilibro. Ser capaces de adaptarnos a las tendencias que vienen, sin abandonar lo que hoy nos da de comer. Esta dificultad extrema, que algunos teóricos llaman modelo bimodal, es uno de los grandes retos para nuestras compañías en los próximos años. Gestionar la convivencia de dos mundos en un mismo tiempo.

En este sentido, durante nuestro VIII Congreso Nacional hemos escuchado conceptos como experiencia de cliente, plataformas, digitalización, ecosistemas digitales, toda una nueva semántica que trata de responder, aún con enormes incertidumbres, al reto que tenemos por delante: cómo adaptar nuestros modelos de negocio a un nuevo entorno de demanda, de preferencias, de valores, en definitiva de competitividad de nuestra propuesta de valor comercial.

Estamos ante una década compleja, llena de incertidumbre y cambios transformadores. Pero tenemos certezas que iremos viendo en estas jornadas.

Una de ellas es el parque edificado de nuestro país, que tiene más de 20 millones de viviendas con más de 20 años y creciendo. Esto es un stock de demanda creciente.

La segunda es que somos un país de propietarios. El 76% del parque está en propiedad. La propiedad inmobiliaria es el ahorro. Si los edificios y viviendas quedan obsoletos, el ahorro asociado se destruye. Y las consecuencias son terribles para las familias y a escala para las cuentas nacionales.

Por tanto, la apuesta por la rehabilitación es segura. Es segura porque es una exigencia europea en forma de regulación y porque España no puede permitirse llegar a 2040 con unas cifras de rehabilitación edificatoria como las habidas hasta 2021.

Y la tercera certeza y no menos importante, la preocupación por la sostenibilidad. Nada más sostenible que la rehabilitación y la reforma, y circular. La circularidad, un concepto que cada vez más va a tener protagonismo en nuestro entorno de negocio y al que debemos dar respuesta, adaptarnos y liderar para no perder crecientes espacios de valor.

Finalmente, una intuición. Tenemos enemigos que no voy a nombrar, que todos sabemos quiénes son y que juegan con las cartas marcadas. Sin embargo, en último extremo son operadores hasta cierto punto como nosotros. El reto de la digitalización de los sectores no está en los operadores existentes, sino en el surgimiento de un tercer operador ajeno al sector que vía digitalización y escalabilidad sea capaz de generar un modelo de negocio que capture valor en origen, esto es, en el usuario final.

En último extremo, nuestras empresas capturan el valor en otro origen, el producto. Los modelos digitales rompen el marco tradicional de los sectores porque se centran en el beneficiario último del canal, siempre el usuario. Trabajan sus puntos de dolor, los resuelven, como los usuarios son los mismos con independencia de donde viven su potencial de escalabilidad es intenso, logran ingentes cantidades de financiación y dinamizan ese mercado. En el ámbito de reforma y rehabilitación nuestro sector es un generador de puntos de dolor, y esto es en sí mismo, y quiero que se entienda bien, una barrera. Pero en el momento que alguien genere una solución integral a estos puntos de dolor, entonces sí tendremos un problema.

Y la solución puede ser compartida. Podemos colaborar para competir más y mejor. Podemos hacer dos cosas, trabajar para ensanchar la parte del pastel y pegarnos por estas ganancias, o sólo pegarnos por lo que nos quede. Lo primero es cooperar, construir y competir. Lo segundo es debilitarnos, destruirnos y ser cada vez menos relevantes.

El compromiso de Andimac es trazar iniciativas que apunten en la primera dirección. Por esto nuestra apuesta por la formación especializada; por Omnimat; por Cuida tu Casa; por promover con comunicación activa el valor del sector en la sociedad e instituciones; y mucho más que sin duda, con la colaboración de un número creciente de empresas, podemos llegar a conseguir.

Para ello hay que dejar de hablar de cadenas de suministro, y vernos como canales de valor. Es un concepto que desde Andimac vamos a trabajar y lo estamos haciendo. Es asumir que formamos un ecosistema común de intereses en el que debemos sumarnos fabricantes, distribuidores y profesionales.

Jaume Rul·lan, presidente de Andimac

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