Antonio González, director de operaciones de nLighten España
El auge de la economía digital está empezando a tener consecuencias físicas muy reales. Si bien los servicios en la nube y los procesos virtuales siempre han estado respaldados por una infraestructura física, ahora estamos entrando en una nueva fase que exige una infraestructura adicional estratégicamente ubicada, conectada, perfectamente integrada y con la sostenibilidad como eje central. En este escenario, los centros de datos edge, pequeños centros de datos urbanos diseñados para operar muy cerca del usuario final, están cambiando silenciosamente la relación entre la tecnología y el sector inmobiliario.
España se encuentra en plena expansión digital. Según DigitalES y el Ministerio de Economía, la economía digital ya representa el 26% del PIB nacional y se espera que alcance el 40% en 2030. Esta digitalización requiere nuevas infraestructuras, sí, pero también plantea un reto a los actores del mercado inmobiliario: ¿cómo se puede apoyar este crecimiento en términos de suelo y espacio construido?
A diferencia de los macrocentros de datos, los centros de datos edge se centran en la proximidad: operan en ubicaciones urbanas y centros de negocios cercanos a nuestras ciudades, cerca de los usuarios y de los dispositivos que generan y consumen datos. Esta proximidad reduce la latencia, mejora la eficiencia y permite la entrega en tiempo real de aplicaciones críticas, como cargas de trabajo de IA, plataformas de streaming avanzadas o servicios basados en ecosistemas de IoT.
Pero hay algo aún más importante desde el punto de vista inmobiliario: los centros de datos pueden instalarse en terrenos ya urbanizados, reconvirtiendo locales infrautilizados, naves industriales u oficinas. En lugar de consumir más suelo, aprovechan lo que ya existe. Y, en muchos casos, pueden coexistir con otros usos (residenciales, comerciales, instalaciones públicas), integrarse en plantas técnicas o rehabilitar propiedades sin valor comercial aparente.
En un país donde el sector logístico e industrial tiene una tasa de desocupación del 57%, con más de un millón de m² entregados en 2024, existe una clara oportunidad para transformar propiedades infrautilizadas en infraestructura digital crítica, especialmente en barrios bien conectados. Al mismo tiempo, la demanda se mantiene estable, con 399 000 m² contratados durante el primer semestre de 2025, lo que pone de relieve el equilibrio entre la oferta disponible y la necesidad real. Este contexto urbano, junto con el renovado impulso de la inversión en regeneración, sitúa a los centros de datos edge en una posición estratégica como agentes de reconversión y valor añadido en el tejido urbano.
En un contexto en el que la demanda digital crece exponencialmente, y lo hará aún más con la IA generativa, los vehículos conectados y el 5G, los datos se han convertido en una nueva unidad de ocupación del espacio. Ya no se trata solo de viviendas, oficinas o locales comerciales. Se trata también de nodos que permiten procesar la información con baja latencia y alta fiabilidad.
Esto requiere un nuevo diálogo entre la tecnología y el sector inmobiliario. Los centros de datos edge requieren una conectividad robusta, un acceso estable a la energía y una buena ubicación urbana. A cambio, ofrecen estabilidad, rentabilidad a largo plazo y un uso compatible con zonas de baja ocupación.
Cada metro cuadrado dedicado a la infraestructura digital no solo responde a una necesidad técnica, sino que también puede formar parte de una estrategia de regeneración urbana, creando una red invisible que sustenta la actividad económica del presente y del futuro.
Desde el punto de vista energético, estos centros también ofrecen una ventaja competitiva. En 2024, según Red Eléctrica, las energías renovables generaron el 56,8% de la electricidad total del país, un récord histórico. El crecimiento de los modelos urbanos con energía distribuida favorece las infraestructuras compactas, eficientes y conectadas, como los centros de datos edge.
Además, algunos proyectos ya recuperan el calor generado por sus servidores u ordenadores para alimentar redes de calefacción urbana o instalaciones públicas, cerrando así un ciclo energético que los convierte en infraestructuras circulares.
En ciudades densas, esto significa que un centro de datos puede contribuir al equilibrio energético del barrio, a la sostenibilidad del edificio y a la descarbonización urbana.
En resumen, los centros de datos edge representan una nueva categoría de activos inmobiliarios, aún poco conocida pero con un enorme potencial. No solo generan beneficios económicos, sino que también ofrecen la oportunidad de recuperar activos no utilizados, contribuir a la digitalización del entorno y apoyar una transición energética más inteligente y distribuida.
La clave está en anticiparse a esta tendencia. No verla como un reto técnico, sino como una oportunidad para diversificar las carteras, regenerar espacios y participar en la construcción de la ciudad digital del futuro.
Antonio González es director de operaciones en nLighten España, operador europeo de centros de datos Edge