Cinco años ha durado la tormenta para el sector de las bolsas comerciales, un periodo en el que se han concatenado distintos factores de naturaleza muy distinta, desde la crisis económica a cuestiones medioambientales , pasando por las estrategias de las grandes cadenas distribuidoras y diversas iniciativas legislativas. A priori, el periodo que se abre ahora presenta un escenario más positivo, aunque no por ello carente de incertidumbres.
Una tímida recuperación económica puede servir para que esta industria pueda recuperar parte del terreno perdido estos años, aunque, por lo menos en el caso del plástico tradicional, está claro que es muy difícil que se vuelva a las cifras de hace unos años. Sin embargo, un lustro de descensos continuados en el consumo de bolsas hacen que el mercado parezca haber tocado fondo, salvo que se produzcan nuevas leyes que afecten nuevamente a este producto. Habida cuenta de esto, la bolsa pretende convertirse no sólo en un utensilio para facilitarle la vida al cliente sino también una herramienta de marketing para el establecimiento.
Dadas las posibilidades (diferentes técnicas de impresión, gramajes disintos, acabados de distinto tipo, diseños llamativos, asas más cómodas y resistentes) la oferta disponible es de una variedad muy atractiva y tiene por único objeto conseguir que las cadenas entiendan la bolsa comercial como una herramienta y no como un gasto.
La tarea no resulta fácil, especialmente para las bolsas plásticas de un sólo uso, amenazadas permanentemente por decisiones gubernamentales dirigidas a su erradicación definitiva, pero, por lo pronto, un nuevo perfil de cliente más interesado en la calidad (espacios gourmet, "take away", etc.) va ganando terreno y puede propiciar un cambio de mentalidad en la distribución organizada convencional.