El concepto de "todo a 1 €", que han popularizado los bazares de origen chino desde finales de los 90, parece que ha llegado al supermercado. Así, en este contexto de grave crisis económica y de consumo, muchas son las empresas que intentan incrementar sus ventas ofreciendo una serie de productos a 1,2 ó, como mucho 3 €, como reclamo. Se trata de un precio fijado por el fabricante, igual para todas las cadenas donde está presente, marcado en el envase y con la idea de perdurar a medio-largo plazo.
Las claves de esta estrategia son varias. Por un lado, el carácter emocional de la misma, ya que el consumidor se siente atraido por un producto especial -como puede ser el jamón ibérico- a un precio que, aparentemente, es muy atractivo (1 € o 2 €). Por otro, la facilidad de pago, ya que la transacción se resuelve con una sola moneda. Asimismo, la empresa debe generar la idea de que lo que se oferta no es un "saldo con productos commodities", sino productos de gran calidad a precios accesibles.
Sin embargo, no todos los sectores se adaptan bien a esta estrategia, ya que el precio fijo obliga -para ajustar costes- bien a poder modificar con facilidad el tamaño o pesaje de los productos (como ocurre en los sectores de elaborados cárnicos y quesos), bien poder "ofertar" packs de varios productos ajustados a estos precios (zumos, refrescos, bollería industrial).
Igualmente, esta estrategia también ha calado en las propias cadenas de distribución. En este caso, la decisión de cuándo y qué productos entran en la oferta la toma la cadena, aunque suele consensuarlo con los fabricantes, y su duración en el tiempo es inferior, no superando los 15 días de vigencia. Para las cadenas, esta estrategia sirve tanto para animar las ventas en general, como para incrementar las de productos de baja rotación.