Alimarket: ¿Cómo ha evolucionado el formato supermercado en los últimos años?
Ignacio García: El formato supermercado se ha reinventado en los últimos 15 años, ganando volumen para poder competir en precio y tamaño para poder hacerlo en surtido. Este cambio ha coincidido con una transformación social muy importante en el que las familias han evolucionado a tener menos miembros y tiempo, lo que ha permitido que el supermercado pueda poner en valor su principal factor de competitividad, que es la proximidad. Dentro de esta evolución, destaca la existencia en nuestro pais de cadenas regionales muy importantes y con cuotas de mercado relevantes en sus zonas de operación, muy bien adaptadas al consumidor local y que no tiene muchos equivalentes en Europa. Otro hecho muy destacable es el crecimiento en productos frescos, que ha provocado que, compitiendo con el comercio tradicional, el supermercado pase a liderar las preferencias de los consumidores españoles.
A.: ¿Cuáles son los principales problemas en la actualidad de los operadores?
I.G.: El principal problema es común a todos los formatos y es que nos estamos enfrentando a una crisis de consumo muy importante. Las ventas han descendido en los últimos años y en gran medida tiene que ver con la confianza. Desde Asedas demandamos que para devolver esta confianza que el consumidor necesita se explique correctamente el funcionamiento del mercado alimentario. Desde administraciones, autoridades y operadores de otros eslabones de la cadena, como es el caso de los productores primarios, se siguen lanzando mensajes y promoviendo debates en los que no se explica que nuestro mercado es muy eficiente y muy competitivo. Tenemos que conseguir contar entre todos la realidad del mercado de la alimentación en España como lo que es, un mercado muy eficiente, competitivo, con precios bajos en comparación con los de el resto de Europa y con un surtido excelente. Esto contribuiría a la confianza que necesitan los consumidores.
También es capital el tema de los costes. Las empresas están haciendo un esfuerzo muy importante para reducir costes y ser competitivos. No siempre les ayudan circunstancias que se podrían cambiar, como por ejemplo la regulación, cuyo coste es excesivo en nuestro país. A esto contribuyen factores como el reparto de la actividad de las administraciones en distintas áreas territoriales o, simplemente, la regulación que se nos aplica, cada vez más exigente e intensa y en ocasiones elaborada de espaldas a los intereses empresariales. Estamos trabajando para reducir esos costes innecesarios. Igualmente, tenemos un problema de flexibilidad del mercado laboral que tendríamos que mejorar. En definitiva, estamos centrados en suavizar todo aquello que reste competitividad y eficiencia.
A.: Posible subida del IVA, ventas a pérdida y libertad de horarios son debates que se han vuelto a abrir con la crisis como telón de fondo...
I.G.: Respecto a una posible subida del IVA, de materializarse es evidente que el esfuerzo de contención de los precios o de ajuste que están haciendo las empresas mediante la rebajas de sus costes se vería neutralizado. Tenemos que defender que todos los impuestos que afecten al precio final que pague el consumidor no se incremente. Que no se tomen estas medidas sin tener en cuenta el impacto que tienen en la eficiencia de las compañías. Que no se desaproveche el esfuerzo que han hecho estas empresas para poder reducir los precios.
En cuanto al segundo punto, la dificultad radica en distinguir un concepto de venta a pérdida supervisado por la administración de lo que se llama un precio predatorio supervisado por las autoridades de la competencia. En ese sentido, nos parece que aún no está claro dentro de ese debate cuál es el efecto de cada tipo de regulación. Las autoridades de la competencia defienden que no hay que regular la venta a pérdida para que esté sancionada por las autoridades administrativas, porque para eso son ellas las que están encargadas de supervisar que nadie utiliza la venta a pérdida como elemento para eliminar a la competencia. Yo creo que lo que tenemos que pedir es que ese debate, que al final es un debate entre autoridades públicas, se clarifique cuanto antes y dispongamos de un marco que sea previsible.
Por último, el tema de la libertad de horarios lo pondría en el contexto del conjunto de la regulación comercial. La actual presenta una dispersión entre unas comunidades y otras que en muchos casos complica la actividad de los operadores. Lo lógico es que se trate de buscar la mayor homogeneidad posible para reducir el coste que supone cumplir las normas, ya sea en horarios, licencias, etc.
A.: ¿Cómo se imagina el futuro del formato supermercado?
I.G.: Sinceramente, creo que el futuro dependerá de la capacidad que tenga para adaptarse y anticiparse a las necesidades de los consumidores. Creo que ya estamos dando un ejemplo de esa capacidad de adaptación a la crisis con el esfuerzo para reducir costes y reflejarlo en los precios, por el mantenimiento del empleo y porque se sigue dando un servicio y surtido excelentes. De forma más inmediata el futuro dependerá de si la situación económica permite volver a consumir alimentación con normalidad y a la larga en la capacidad para innovar.
A.: ¿Y la distribución alimentaria online?
I.G.: Internet tiene un problema de costes en nuestro sector que en mi opinión es difícil de resolver. Precisa de la tecnología necesaria para que los pedidos online se puedan elaborar de forma automatizada y evitar que tenga que ser una persona la que los haga, como actualmente sucede. De momento, es un servicio intensivo en mano de obra. Este es un salto que, de momento, no estamos en condiciones de dar. El otro gran problema es el de distribuir esos pedidos a los hogares de forma eficiente y a un coste razonable. La estructura de nuestras ciudades y pueblos no ayuda.