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¿Qué futuro le espera a la energía en los edificios españoles?

¿Qué futuro le espera a la energía en los edificios españoles?

El título de este artículo pretende provocar una reflexión general sobre la eficiencia energética de los edificios informando de los cambios venideros con especial relieve para el aislamiento térmico como solución. Un primer cambio vendrá pronto en el modo de trabajar en el proyecto, la obra y el edificio.

Con la plataforma BIM (Building Information Modeling) se está más cerca de integrar ese saber de todos, que se pierde en la especialización, como ironizaba Antonio Machado, cuando decía "¡Lo que sabemos entre todos! !Oh, eso es lo que no sabe nadie!". En esa línea integradora de saber, BIM no se basa en una secuencia temporal de acciones, desde el proyecto a la realización material, con todo el riesgo de desconexiones entre las diversas intervenciones. En vez de ello, se trata de una red (network), con los diversos agentes involucrados en tiempo real, desde los arquitectos a los instaladores, desde la propiedad a los fabricantes de productos y sistemas constructivos. De este modo, también el papel de los fabricantes en el proyecto podrá y deberá reconsiderarse.

Vemos así el mundo de oportunidades que continuamente se nos ofrece. Así afrontaremos la incertidumbre de un siglo XXI que será, sin duda, un siglo de pruebas, pero, con la actitud adecuada que decía Víctor Hugo, un siglo de oportunidades también: "“El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad".

No obstante, por responder de manera clara y hasta taxativa a la pregunta, el futuro de la energía en los edificios debería ser… tan pequeño como fuera posible, al igual que debería suceder en todas las actividades humanas. Y está claro que esto ocurrirá en España, porque ocurrirá en todo el mundo. Veamos el largo plazo, de aquí a fin de siglo.

Uso decreciente de las fuentes fósiles para crecer económicamente (o no)

Todos somos conscientes del papel central de la energía en la actividad humana. En los últimos 120-140 años, las revoluciones industrial y demográfica, en que todavía estamos inmersos, han aumentado exponencialmente la incidencia de la humanidad sobre el planeta, con transformaciones de todo tipo. Y lo han podido hacer porque, hasta ahora, se disponía de fuentes energéticas baratas, los combustibles fósiles: carbón, gas y petróleo.

El “calentamiento global” es la auténtica “horma del zapato” con que se ha encontrado la economía mundial desde hace unos 30-35 años. Y es consecuencia de todas las transformaciones anteriores. De ahí el concepto subsiguiente con que se pretende dar orientación y guía para llegar a un nuevo paradigma económico: la “sostenibilidad”. Con tal fin, uno de sus ejes es la reducción progresiva del uso de energía basada en fuentes fósiles no renovables. De ahí el protocolo de Kioto de 1997 (en vigor desde 2005, a pesar de no haber sido ratificado nunca por los EE.UU., el mayor emisor a la atmósfera de CO2, principal agente de efecto invernadero causante del calentamiento global) y las sucesivas “Conferencias sobre el cambio climático” (la última en diciembre de 2015 en Paris, la siguiente en diciembre de 2016 en Marrakech).

Como decíamos al principio, el crecimiento económico será posible sólo con un uso decreciente de la energía de fuentes fósiles (o no será) pero ¿qué pasará en el corto plazo?

¿Qué y cómo se va a construir bajo el nuevo paradigma energético?

A corto plazo, en el año 2016, y hasta el 2020, veremos en España como en el resto de Europa la progresiva construcción de edificios de nueva planta calificados como EECN, Edificios de (consumo de) Energía Casi Nula, traducción del inglés, NZEB, Nearly Zero Energy Buildings (es muy conocido también el estándar de origen alemán Casa Pasiva, Passivhaus, similar pero no idéntico).

Un aspecto crucial es que, por fin, la certificación energética se va extendiendo a todo el parque inmobiliario. En el caso español, todo edificio, no sólo los de nueva planta, sino también los existentes, que se ponga en alquiler o en venta, deben obtener su Certificado Energético, que forma parte de la escritura pública o el contrato de alquiler.

Al menos dos efectos se consiguen con esta herramienta:

1.- Poner en valor el comportamiento energético de la vivienda ante todos los usuarios, informando así a todos los agentes intervinientes, no sólo a los técnicos, sino también al lego en la materia, que es de quien luego dependerá el uso y mantenimiento de la vivienda o edificio: el propietario o usuario.

2.- Cuando todos los agentes intervinientes en un mercado tienen la misma información se consigue, según la teoría económica clásica, un mercado más cercano al ideal de transparencia mediante el cual evitar ineficiencias e imperfecciones en las transacciones, cuando no simple engaño y estafa.

Sin embargo, hay un tercer efecto más concreto que va a ir cobrando forma, ya lo está haciendo, y es el estímulo a la renovación y rehabilitación energética de las viviendas. Con vistas a reforzar e incentivar la recepción por el ciudadano del Certificado Energético, existe la propuesta a partir del siguiente año fiscal (2016) de practicar descuentos relevantes en el IBI de las viviendas con mejor certificado energético. La rebaja del IBI constituye una pequeña ayuda, a la que habrá que añadir otras: rebajas en impuestos directos e indirectos, facilidades de financiación y subvenciones a fondo perdido acumulables de diferentes administraciones.

Por ejemplo, el Plan PAREER-CRECE estatal puede llegar a cubrir hasta un 90% de la inversión, entre ayudas y financiación retornable. El programa, que gestiona el IDAE (Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía), está dotado con 200 M€ y ya tiene reservado el 50% de su presupuesto, según el Ministerio de Industria, que, a mediados de noviembre de 2015, anunció que se ampliaría con otros 82 M€. Las ayudas de este programa –cuyas actuaciones deben mejorar al menos en un nivel, una letra, la calificación energética– son de un mínimo de entre un 20% y un 30% de la inversión, pudiéndose incrementar en función de criterios sociales.

La ayuda se puede complementar con un préstamo reembolsable hasta del 90% de la inversión al Euribor más 0% a 12 años y uno de carencia. Según los datos difundidos por Industria, hasta el momento, “los principales solicitantes han sido, con un 80%, las comunidades de vecinos, siendo la medida más demandada la mejora del aislamiento térmico de las fachadas con el fin de ver reducido el gasto de calefacción”.

Mejorar los edificios del pasado para que alcancen el futuro

Debido a su cualidad como patrimonio cultural, histórico y artístico, se da la aparente paradoja de que, hoy día, los edificios más antiguos son también los que más futuro tienen. Esto se ha vuelto especialmente visible con el muy famoso listado del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

La edificación habitual, por el contrario, tiene plazos de “vida útil” que en ningún caso han sobrepasado el siglo (excepto los edificios que se declaren “protegidos”, por ser categorizados como patrimonio histórico-artístico). Su obsolescencia, sin embargo, raramente es técnica (ruina estructural), siendo casi siempre de origen económico. Nos encontramos aquí de nuevo con esa “horma del zapato” de la sostenibilidad de la actividad. El hecho es que, si el edificio no presenta daños estructurales graves (por no hablar de estado ruinoso), es siempre mucho más “sostenible” (menor consumo de recursos) el proceso de rehabilitación que demolerlo todo (en particular, la estructura, incluyendo en ello a la cimentación) para construir un nuevo edificio en su lugar. Parece formar parte de la lógica de la palabra que “sostenible” sea también lo que se sostiene en pie manteniendo su funcionalidad. En definitiva, la durabilidad tanto del edificio visto como un todo, como de sus elementos constructivos, y de todos los productos y materiales intervinientes.

En cuanto a la necesidad de rehabilitación energética, hay que notar que en España el parque de viviendas obsoletas respecto de los nuevos criterios de eficiencia energética es gigantesco. Hay un estudio muy detallado del llamado GTR (Grupo de Trabajo sobre Rehabilitación) que ha servido de base a la “Estrategia Española para la Rehabilitación Energética en el Sector de la Edificación”. Dicha estrategia se ha elaborado dentro del Plan Nacional de Acción para la Eficiencia Energética 2014-2020 del Ministerio de Fomento. Es una verdadera estrategia, ya que está diseñada a largo plazo (incluyendo los horizontes temporales 2020, 2030 y 2050). El objetivo es movilizar inversiones en la rehabilitación de edificios residenciales y no residenciales.

Junto al argumento energético (menor consumo) y medioambiental (reducción de emisiones de CO2), se puede añadir en el mismo rango de importancia, si no más, la creación de puestos de trabajo cualificados y estables y, en definitiva, el estímulo a la economía con actividades que potencian la calidad de la construcción, al revés de lo que pasa cuando la construcción es instrumentalizada por intereses especuladores.

¿Con qué productos de construcción se puede mejorar más eficazmente el comportamiento energético de un edificio?

Los aislamientos térmicos son esos productos. En resumen, si bien los edificios siempre han buscado dar abrigo y “aislar” del entorno con sus propios medios, la aparición de los aislamientos térmicos, como productos de construcción “especializados” en dicha función, ha permitido resolver con sencillez y eficacia esta necesidad. Así se explica un uso creciente que, en los próximos cinco años (hasta 2020 al menos), se estima que tendrá una tasa de incremento anual de un 3,5% en Europa.

Carlos Castro es arquitecto, responsable de aislamiento térmico de Danosa, vicepresidente del CTN-92 y presidente del CTC 020, de AENOR.



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