Las cajas de ahorro ocupan una parte importante de la actualidad financiera del país, a la que no puede ser ajena la industria alimentaria. De hecho, la prevista integración de Unicaja, Cajasur y Caja Jaén dará lugar al primer accionista de Sos Corporación Alimentaria, desplazando a Caja Madrid a la segunda posición. El caso de Sos es el más extremo (las cajas controlan el 40% de la compañía), pero en absoluto el único. Las castellanoleonesas Caja Duero y Caja España, que estudian unir sus destinos (en el último momento se ha separado del proyecto Caja Burgos), se convertirían en el segundo socio de Ebro Puleva. La, aún no decidida, fusión entre las cajas gallegas permitiría a la resultante controlar un cuarto del capital de Pescanova, aunque Caixa Galicia ya suscribe por sí sola un 20% del mismo. La ola de fusiones entre cajas de ahorro, alentada por el Banco de España, no sólo dará lugar a entidades más grandes desde el punto de vista financiero; también contribuirá a concentrar sus carteras industriales, dentro de las cuales, la industria alimentaria juega un papel secundario.
Entidades de crédito con finalidad social
Por ley, las Cajas de Ahorros son entidades de crédito plenas, con libertad y equiparación operativa completa al resto de las que integran el sistema financiero español. Sus principales peculiaridades derivan de su forma jurídica -son fundaciones de naturaleza privada, con finalidad social- ya que aunque actúan siguiendo los criterios del mercado, dedican un importante porcentaje de los beneficios a su Obra Social.
En su participación en el sector alimentario conviven también las dos almas de las cajas de ahorro. Por un lado, su vertiente comercial se traduce en la ya citada presencia como accionista en las principales compañías cotizadas, donde han tomado el relevo que jugaron las corporaciones industriales de los bancos hasta la década de los noventa del pasado siglo. En esta misma línea se encuentran también las operaciones de financiación que conllevan algún tipo de capitalización de parte de la deuda, y que permiten dar sostén económico a importantes proyectos. Es el caso de Caja Burgos, Caixanova y CCM en Luis Calvo; o de la CAM, Cajamurcia, Cajasol y CCM en García Carrión. Y es que aunque las fusiones se planteen ahora como una novedad, lo cierto es que las cajas ya colaboran entre sí para abordar proyectos de gran dimensión. Algunas cuentan incluso con vehículos de inversión compartidos, como Inversiones Madrigal para las cajas castellanoleonesas u otras sociedades como Atalaya Inversiones (Caja Badajoz, Caja Granada, CCM, Cajasol y Caja Murcia), Adamante Inversiones, Zoco Inversiones...
Por el otro, las cajas son el principal sustento económico de numerosos proyectos, promovidos por Pyme y localizados en muchas ocasiones en zonas rurales y poco industrializadas, además de participar en el capital de las sociedades de promoción de las distintas comunidades autónomas. En este sentido, Caja de Navarra ha conformado un auténtico grupo alimentario con base en la Comunidad Foral y articulado en torno a los sectores harinero, bodeguero y de platos preparados. Otro ejemplo lo constituye el desarrollo del sector vitivinícola en Aragón, con tres sociedades -Bodegas Borsao, Bodegas y Viñedos del Jalón y Grandes Vinos y Viñedos- con participación de las cajas (CAI e Ibercaja) y de cooperativas, en zonas como Campo de Borja, Calatayud y Cariñena, respectivamente (la otra gran DO aragonesa, Somontano, también estaba representada por Viñas del Vero, cuyo accionariado abandonaron las cajas hace un año, cuando fue vendida a González Byass). Caja Duero por su parte, cuenta con una importante cartera en la que conviven participaciones en grandes compañías como Campofrío, con otras de menor tamaño como Marcos Sotoserrano o Qualia Lácteos. Este criterio geográfico no es, en todo caso, exclusivo de los pequeños operadores, ya que también las principales empresas de cada región suelen acudir a las cajas en busca de apoyo: Cajastur participa así en Capsa, CCM en Incarlopsa, Caja de Ávila en Julián Martín y Caja Navarra en Kaiku e Iparlat, como puede verse en los cuadros que acompañan esta noticia en una relación completa pero que no pretende ser exhaustiva.
Precisamente esta vinculación a los proyectos emblemáticos de una región, ya sea por su tamaño o por su proyección, es uno de los valores que podrían perderse en un carrusel de fusiones, según señalan los críticos con el proceso.







