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¿Cómo se explica la escalada prohibicionista internacional contra la carne cultivada?

¿Cómo se explica la escalada prohibicionista internacional contra la carne cultivada?

La carne cultivada está todavía muy lejos de alcanzar la escala industrial necesaria para llegar a la mayoría de los consumidores. De hecho, hasta la fecha tan sólo se ha servido en formato híbrido y por un tiempo limitado en dos restaurantes estadounidenses y en otro más en Singapur. Es más, a día de hoy ni siquiera tenemos la certeza de que esta solución tecnológica se vaya a imponer a otras vías de investigación como una alternativa real para la producción de proteínas cárnicas. "Siendo realistas, no creo que en las siguientes décadas la proteína alternativa cultivada esté luchando con la proteína tradicional", afirmaba recientemente Jordi Morales-Dalmau, cofundador de AgriCultura Celular.

A pesar de ello, desde hace meses venimos observando una escalada prohibicionista a nivel internacional que persigue impulsar legislación y regulaciones particularmente estrictas contra el desarrollo y el escalado de esta tecnología. El gobierno italiano fue el primero en abrir fuego contra la carne cultivada, y a continuación le han tomado el relevo Paraguay y los estados de Miami y Alabama, en EE.UU. Hemos querido conocer cómo argumentan estos gobiernos su oposición a esta incipiente tecnología, dándole voz a los principales impulsores de estas medidas.

Empezamos cediéndole la palabra a Francesco Lollobrigida, ministro de alimentación y agricultura italiano, que el pasado mes de noviembre lanzaba su proyecto legislativo contra la carne cultivada afirmando que la medida tenía como objetivo "defender nuestra civilización, el trabajo, el medio ambiente, la cultura y la identidad italiana, que están arraigados en la calidad de los alimentos, frente a un modelo impulsado por la deslocalización y las largas cadenas de suministro". En los siguientes meses, Lollobrigida ha ido subiendo el tono de sus opiniones, asegurando que "las granjas y los campos desaparecerían, lo que podría crear un desastre medioambiental que ya hemos visto en zonas del interior donde se ha abandonado la agricultura", para llegar a asegurar que "esas aglomeraciones de células, que me cuesta siquiera llamarlas carne, podrían suponer un riesgo para la salud y el medio ambiente y, sin duda, acabarían con nuestra economía y nuestro sector empresarial, suponiendo un verdadero suicidio para un país como el nuestro".

Al otro lado del Atlántico, el legislador paraguayo Luís Federico Franco presentaba el proyecto de ley para prohibir la carne cultivada afirmando que tiene la finalidad "de proteger proteger el producto estrella de Paraguay", refiriéndose a la carne de vacuno de exportación, asegurando que esta ley también persigue "proteger a las personas en su alimentación, considerando que la creación artificial de carne en laboratorios a partir de células junto con otros elementos, con alto nivel de componentes químicos, trae consigo inconvenientes para la salud".

Más recientemente, el debate se ha encendido con fuerza en varios estados de EE.UU. Hace unas semanas, Dean Black, miembro de la legislatura de Florida tomó la palabra en la Cámara y dijo : "La carne cultivada no es carne... está hecha por el hombre, la carne real es hecha por Dios mismo... Si realmente quieres probar la pasta proteica a base de nitrógeno, ve a California". Por su parte, el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que ha firmado el proyecto de ley para prohibir la venta y producción de carne cultivada, ha afirmado que "algunas personas piensan que Florida son parques temáticos, South Beach y tal vez algunas naranjas, pero no entienden que tenemos una de las industrias ganaderas más importantes del país. Lo que estamos protegiendo aquí es a la industria contra una agenda ideológica que quiere señalar a la agricultura como el problema, que considera que cosas como la cría de ganado destruyen nuestro clima".

Días después de que Florida promulgase la prohibición sobre la carne cultivada, Alabama se convertía también en este mes de mayo en el segundo estado de EE.UU. en hacerlo. Ahora, la fabricación o venta de este tipo de alimento se considera un delito menor, que conlleva una multa de 500 $, hasta tres meses de cárcel, y que se revoque la licencia de producción o venta en el estado. "Esta ley fortalecerá nuestra industria ganadera y avícola al impedir que se vendan células cultivadas en laboratorio en Alabama", dijo el Jack Crawford, quien presentó el proyecto de ley en la Cámara. "Para nuestros consumidores, la calidad y seguridad de nuestros productos agrícolas son de suma importancia, y no se puede garantizar que estas células proteicas cultivadas en laboratorio sean seguras".

Encontramos así como el argumento proteccionista sobre la economía ganadera de estos países o estados está en el eje central del discurso de los promotores de estas propuestas legislativas, un argumento secundado a continuación por la puesta en entredicho de la salubridad de este tipo de productos. Sin embargo, también encontramos argumentos más ligados a una agenda ideológica, como citaba Ron DeSantis, lo que estaría situando el debate más allá de las cuestiones relacionadas con el impacto económico, la seguridad alimentaria, o las cuestiones éticas y ambientales que plantea la carne cultivada, para llevarlo al terreno de las guerras culturales, donde en muchas ocasiones, como señala Sparsha Saha, profesora de política cárnica en Harvard, "se trata de imponer ganadores y perdedores, cuando puede que lo más adecuado sea dejar que el mercado y los consumidores tomen sus propias decisiones sobre qué comer".



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