La seguridad laboral continúa siendo uno de los grandes desafíos estructurales de nuestro sistema productivo. Según los últimos datos ofrecidos por el Ministerio de Trabajo, en 2024 se produjeron 796 muertes por siniestros laborales en España, un 10,4% más que en el año anterior. Una cifra preocupante que obliga a actuar de forma decidida y que debe abordarse en un contexto donde la robótica y la automatización ganan protagonismo, de hecho, España ya supera las 5.000 unidades instaladas en el último año. Este proceso de transformación tecnológica se desarrolla en un tejido empresarial compuesto mayoritariamente por microempresas (94,5%), muchas de las cuales carecen de recursos o conocimientos suficientes para garantizar una implantación segura de nuevas tecnologías. Ante este escenario, se hace imprescindible construir una cultura de seguridad transversal, que tenga en cuenta la inteligencia artificial, la ciberseguridad y una formación técnica adaptada a las nuevas circunstancias.
Los participantes de la mesa redonda “El desafío de robotizar la industria creando espacios seguros”, organizada por Pilz en el marco del Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, han afirmado que, bajo este prisma, la seguridad es innegociable. El encuentro ha reunido a representantes del ámbito industrial, académico, administración pública y empresarial para reflexionar sobre los retos que plantea la automatización en términos de seguridad, normativa, formación y ciberseguridad.
La Escola Universitària Salesiana de Sarrià (EUSS), liderada por su director Ignasi Florensa, ha acogido este debate que ha contado con la participación de Daniel Martín, Competence Centre Robotics Manager de Pilz España y Portugal; Laurent Bodin, CEO de Yaskawa Ibérica; Núria Grau, técnica de seguridad de Teknics; Àngels Secanella, CEO y cofundadora de Nagual; Josep Lluís Pascual, técnico en Prevención de Riesgos Laborales del Institut Català de Seguretat i Salut Laboral (ICSSL), Llorenç Servera, profesor del departamento de electricidad de la EUSS, y, finalmente, Aureli Vázquez, periodista y encargado de moderar la mesa redonda. Juntos han reflexionado sobre la integración de la seguridad en el diseño de aplicaciones robóticas, la formación técnica y la estrategia industrial para pymes, en un contexto de transformación normativa y creciente automatización.
Uno de los ejes del debate ha sido la actualización de la norma robótica ISO 10218 que, según Daniel Martín, de Pilz, representa “un salto importante” respecto a la anterior de 2011. Esta nueva versión, todavía en proceso de armonización con la normativa europea, incluye por primera vez aspectos como la ciberseguridad y profundiza en la identificación de riesgos, procesos y funciones de seguridad.
La nueva norma beneficiará la seguridad en entornos robotizados, según ha explicado Martín: “A los técnicos de seguridad, nos va a facilitar mucho más el trabajo de evaluación de riesgos. A los ingenieros, les ayudará en el diseño de los sistemas de mando relativos a la seguridad, gracias a una definición más exhaustiva y con mayor detalle de su aplicación en lo que se refiere a las funciones de seguridad que aplican en una célula robotizada. Cuantas menos suposiciones tengamos que hacer en materia de seguridad, mejor. Evitaremos errores potencialmente fatales”, ha concluido Martín.
Adiós a los conceptos ‘robot colaborativo’ y ‘cobot’
Una de las actualizaciones más destacadas de la norma es el abandono del concepto de ‘robot colaborativo’ que se sustituye por el de ‘aplicación colaborativa’, aclarando que la seguridad depende del conjunto del sistema, no del robot en sí. “El término robot colaborativo podía dar a entender que se está ante un robot intrínsecamente seguro, cuando esto nunca ha sido así. Ningún robot es intrínsecamente seguro, es la aplicación la que debe serlo”, ha explicado Martín. Para Laurent Bodin, de Yaskawa Ibérica, la revisión era necesaria: “En 2011, la norma permitió el auge de la cobótica, pero ahora esa ambigüedad se resuelve. No existen ‘cobots’ como tal: lo que existe es la cooperación de un operario y una máquina en un entorno determinado y bajo estrictos criterios de seguridad”.
Ambos han insistido también en que la seguridad es también un motor de productividad: “Un operario que se siente seguro siempre será más eficiente y comprometido”, ha asegurado Martín. A lo que Bodin ha añadido: “Quien piense que la seguridad es cara, que lo intente sin ella”.
Este nuevo marco normativo también aborda el concepto de ciberseguridad. Tanto Martín como Bodin, coinciden en que el cumplimiento de las exigencias del The European Union’s Cyber Resilience Act (CRA), obligará a revisar las aplicaciones robóticas desde una perspectiva multidisciplinar. Algo que ya están haciendo en Teknics, tal como ha asegurado Núria Grau: “Llevamos un año trabajando en un proyecto interno acerca de cómo vamos a implementar en nuestras máquinas estos nuevos requisitos a nivel de ciberseguridad. El equipo se va a volver multidisciplinar con técnicos de seguridad industrial, expertos en automatización, responsables de programación, responsables de IT, etc.”.
Àngels Secanella, de Nagual, ha compartido su experiencia real con la incorporación de un robot a su línea de envasado: “Pensaba que era enchufar y que empezaba a trabajar, pero no. Hubo que desarrollar adaptaciones, cambiar las pinzas, personalizar...”. Una inversión de alrededor de 45.000 euros, que tardó seis meses en instalarse, y que ha sido posible gracias a la formación específica de su equipo y a la búsqueda de subvenciones públicas.
Secanella está muy satisfecha con la experiencia y ya se plantea una segunda instalación, pero ha advertido sobre la necesidad de mayor apoyo para las pymes, que muchas veces ven estas tecnologías como inaccesibles o demasiado complejas. En este sentido, Laurent Bodin ha añadido que desde la Asociación Española de Robótica ya están trabajando en ello junto con el Ministerio de Industria
Desde Institut Català de Seguretat i Salut Laboral (ICSSL), Josep Lluís Pascual, ha insistido en que “las máquinas no son juguetes”, sino elementos complejos que requieren evaluación profesional en todas sus fases, desde el diseño hasta su uso. Ha defendido el papel de los integradores de máquinas y de los técnicos de prevención como figuras complementarias que deben colaborar estrechamente para garantizar entornos seguros.
“El integrador fabrica una máquina conforme a la directiva de máquinas y hace una evaluación de riesgos acorde con la norma. Por su parte, el técnico de prevención evalúa la máquina una vez está puesta en funcionamiento y en interacción con los trabajadores”. Sobre estos perfiles, Pascual ha reivindicado: “Ambos deben tener una formación especializada”. También ha alertado sobre una brecha formativa: mientras la prevención está presente en la FP, desaparece en muchas carreras técnicas. “Hace falta que la prevención llegue a la ingeniería”, ha concluido.
La jornada también ha puesto sobre la mesa la importancia de la formación en materia de seguridad. Ignasi Florensa, de la EUSS, ha planteado la necesidad de “integrar la seguridad en el día a día de las otras asignaturas”. En su opinión, “no se trata solo de impartir seguridad como contenido aislado, sino de que los estudiantes la incorporen como parte transversal de su actividad profesional”.
Por su parte, el profesor Llorenç Servera ha explicado cómo desde la universidad se está trabajando para que los futuros profesionales comprendan la importancia de la seguridad desde una perspectiva práctica y ética: “El 50% de nuestras asignaturas son prácticas, trabajamos con robots reales y con casos donde los estudiantes ven los riesgos reales que implica esta tecnología”. Una tarea exigente que requiere una actualización constante de contenidos y prácticas, y que recae también sobre el profesorado.