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La tecnología como dique de contención del Covid-19

La tecnología como dique de contención del Covid-19

Las nuevas tecnologías han sido y son parte imprescindible de la gestión del Covid-19. Para destacar el papel de la tecnología en esta crisis, podemos comparar la presente situación con otras similares en nuestra historia. Hasta la fecha, las cinco pandemias más letales, según los datos, han sido, por este orden: la viruela, el sarampión, la mal llamada ‘gripe española’ de 1918, la peste negra, y el VIH.

En concreto, el más letal de los virus hasta la fecha ha sido el causante de la viruela, hoy erradicada gracias a las vacunas, que no ha provocado brotes concentrados en el tiempo, pero por su supervivencia histórica se calcula que mató a 300 millones de personas. Este se sitúa frente a los 200 millones de fallecidos a cargo del sarampión, (para el que ya existe vacuna) o la peste negra; que arrasó la población europea a mediados del siglo XIV reduciendo la población del continente de 80 millones de habitantes a 30.

En ninguno de los anteriores casos, e incluso ahondando en la propagación de la llamada coloquialmente “gripe española” que mató en apenas dos años a entre 50 y 100 millones de personas, la tecnología pudo suponer una ayuda a nivel social o sanitario por no estar a penas desarrollada.

Sin embargo, en la actual situación contamos con el desarrollo tecnológico que ha sido clave para frenar la expansión del Covid-19. En primer lugar, la implantación de la telemedicina ha garantizado una calidad asistencial a un nivel muy superior al que creíamos posible hace apenas unos meses, evitando que personas dependientes de tratamientos farmacológicos se quedaran sin sus recetas, o desviando consultas puntuales a estos sistemas de atención telemática, permitiendo así, que los hospitales puedan consagrar todos sus recursos a pelear en primera línea con esta nueva enfermedad, aún tan desconocida y cada día igual de difícil.

En segundo lugar, la inmediatez que facilita la tecnología ha propiciado un clima idóneo para que empresas de diferentes sectores se alineen con los intereses del sistema sanitario en esta lucha. Hemos visto como se publicaban diseños y modelos sin derechos de autor para que empresas y pequeños productores aprovecharan sus recursos y generaran material como el gel hidroalcohólico (fabricado ahora en masa por una conocida destilería) o pantallas protectoras (también fabricadas por empresas de rotulación, por ejemplo). Es decir, la tecnología ha permitido que el tejido empresarial nacional se implique en esta lucha como retaguardia de los hospitales, de modo que estos pudieran focalizar sus esfuerzos en la asistencia y no tanto en la obtención de recursos escasos de por sí, por el colapso de la demanda a nivel mundial.

Finalmente, una de las cuestiones más relevantes de la tecnología en el sector sanitario es que ha permitido despolarizar los procedimientos y acercarlos desde cualquier parte del mundo. En gran medida, el trabajo globalizado en sanidad tuvo su progreso más relevante hasta la fecha con la unificación del lenguaje de codificación (CIE-10) impulsado por la OMS. Este lenguaje, que ya se utiliza en el sistema sanitario español, lo aplican softwares como los que comercializamos en ASHO para especificar cada proceso clínico y, en esta situación, permitir a los epidemiólogos una posterior evaluación de las características del Covid-19, entre otros parámetros. De hecho, gracias a la utilización de un lenguaje común, ya se están publicando nuevos avances en el conocimiento profundo de una enfermedad que empezaba hace apenas seis meses.

Todo esto, nos lleva a la conclusión de que esta pandemia, con su particularidad casuística por el gran número de contagiados asintomáticos y el largo período de tiempo de contagio, de haberse dado hace 25 años, por ejemplo, habría tenido una repercusión mucho mayor de lo que nos podemos imaginar, recordándonos a las grandes epidemias pasadas que se cobraban vidas por cientos de miles.

Por tanto, la tecnología hoy implantada en nuestro sistema sanitario está conteniendo a modo de gran dique las fatales consecuencias de no contar con los procesos rápidos, precisos y deslocalizados que permite la tecnología con que contamos hoy.



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